martes, 27 de octubre de 2015

La efervescencia de la vida .


Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida. Eso decía Arthur Schnitzler durante sus años de vida. Y eso es lo que aplico yo a la mía.

Carpe Diem. La felicidad no es un modo de vida, tampoco es una actitud. La felicidad son esos momentos que a veces pueden durar milésimas de segundos, que aparecen por arte de magia, porque eso es lo bonito de la vida, y hay que saber aprovecharlos para saborear su dulzor. La felicidad son esas burbujitas que le dan efervescencia a la vida.

La felicidad, dentro de la dura lucha que requiere encontrarla y exprimirla cada día, tiene un mecanismo tan simple que demasiadas veces es imperceptible al ojo humano. Puede hacerte despegar en los días más oscuros pero ¿quién tiene la llave? Pues nosotros mismos señores… Porque  podemos llamar felicidad a un esbozo de sonrisa entre un mar de lágrimas, a unas piernas llenas de cicatrices corriendo siempre hacia delante,  a la pérdida de un amor en el hombro de una amistad fuerte... Permitir que los rayos del sol salgan aunque sea por un recoveco de la comisura de tus labios es un triunfo,  un León de Oro en Cannes o la Copa del Mundo. Y cuando eso llega hay que alzar las manos para que se aprecie el trofeo del optimismo. 


Mi felicidad tiene nombre y apellido, y somos nosotros.


miércoles, 8 de julio de 2015

Juguemos



No me di cuenta de cuando llegó, en qué preciso instante todo empezó a importar, todo empezó a pesar y todo empezó a tener consecuencias. No recuerdo cuando dejé de preguntar a todo porqué, cuando las horas dejaron de parecer de infinita diversión para encerrarse en agendas, horarios y compromisos. 


 
Cuando la vida era solo un juego, en el que lo único que nos asustaba era ligar al pilla pilla. Cuando se respiraba pasión hasta por las cosas más opuestas, los charcos de invierno, el olor del verano, las hojas de otoño y las flores de primavera. Cuando no teníamos que posicionarnos a la izquierda o a la derecha, y lo único que nos preocupaba era no salirnos de la línea de la rayuela.Cuando los enfados caducaban con el intercambio de un caramelo, cuando conseguíamos parar el mundo con un sencillo “cruci”, cuando nuestras propias normas se regían por un “no vale” y cuando retrocedíamos en el tiempo con un “se repite”. No existía el odio por los lunes y los martes, más bien, no existía odio por todos los días que no fueran fin de semana, porque la merienda era lo más bonito de cada tarde de cada día, daba igual cuál.

Nuestras aspiraciones no traspasaban el sueño de completar la colección del álbum de cromos, de marcar un gol, de tintarse la lengua del color de la piruleta, de disfrazarse de princesa o de spiderman, de ganar al escondite inglés… Y con eso, simplemente con eso, éramos felices.

Pero nada es para siempre, o eso dicen… Así que te propongo que seamos del mismo equipo para el resto del juego. Que me preguntes cosas hasta que las facciones de mi cara sepan responderte con solo tocarlas y que nuestros días no sean compromisos, ni agendas ni horarios cuadriculados, que sean solo días y que cada uno de ellos sea un juego. Te propongo que recorramos el mundo para que el nombre de las estaciones no concuerde con lo estipulado, para poder tostarnos al sol en invierno y esquiar en verano. Que si el sol te irrita la piel nos mudemos a la luna.  Que si tú te vas a la izquierda y te sales de la rayuela, yo la vuelvo a pintar. Que si nos enfadamos volvemos a empezar una y otra vez hasta que sepamos pedalear sin ruedines.

Que nuestras aspiraciones sean simplemente ser un equipo, ganarle la partida a la vida que se presenta siempre con tantos obstáculos, rodear con el rotulador rojo las trampas y tachar con el negro a nuestros adversarios. Te propongo un “nosotros” en un “nuestro mundo”.

Esta es la última vez [que te quiero]


Cuando tus lunares dejen de aparecerse en mis sueños. Cuando las paredes dejen de susurrar tu nombre. Cuando las canciones dejen de torturarme. Cuando las calles de Madrid dejen de rociarse con tu colonia. Cuando la comida me sepa a comida sin tu compañía. Cuando mi almohada no me hable de ti. Cuando dejes de quererme. Cuando se me olvide tu número de teléfono. Cuando deje de pensar que eres y serás el amor de mi vida. Cuando mis pestañas se divorcien de las tuyas. Cuando no recuerde si vivías en el A o en el B. Cuando los aviones no me inciten a irme contigo muy lejos. Cuando el día de tu cumpleaños deje de existir.  Cuando los domingos no sean domingos. Cuando la lluvia deje de recordarme a ti. Cuando aprenda a dormirme sin tus buenas noches. Cuando mi sillón deje de tener la silueta de tu cuerpo junto al mío. Cuando me caiga y sepa levantarme sin tu ayuda. Cuando los días de trabajo no se me hagan tan largos sin nuestras conversaciones. Cuando mi corazón no se acelere si te pienso. Cuando no viva pegada al móvil. Cuando no se me ponga la piel de gallina al oír tu nombre. Cuando mi espalda aprenda a sobrevivir sin tus cosquillas. Cuando mis lágrimas se cansen de mojar mis mejillas. Cuando la comisura de mis labios deje de temblar al recordar tus labios. Cuando mis sueños salgan a flote. Cuando vuelva a cantar en la ducha. Cuando las tortugas bailen. Cuando deje de necesitarte.

Rabia


Como dejar un libro sin terminar, o a pocas páginas del final feliz. Como dar el último salto y quedarse petrificada a centímetros de la meta. Ver el vaso siempre medio lleno pero inestable como un diente de león esquivando el viento. Como una pompa de chicle que crece hasta estallarte en la cara. Dejarte las entrañas para alcanzar el tren que no te va a esperar por cuestión de milésimas de segundo. Una gotera persistente. Tratar de aferrarte a recuerdos que cada día están más borrosos pero cada vez taladran más el alma. Cuando enciendes la radio con ganas de sumergirte entre el volante y el cigarro y está justo terminando tu canción preferida. Estrujarte el cerebro porque no consigues decir la palabra que buscas, y perder una eternidad hasta dar con ella, dejando en segundo plano la conversación. “Te lo dije” habla por sí solo. 


Deshacer la maleta después de irte lejos con la esperanza de no encontrarte los problemas a la vuelta. Cuando se te está cayendo la tostada al suelo y ya sabes que te has quedado sin desayuno. Ese mosquito que decide jugar con tu pelo y tu almohada a altas horas de la noche. Cuando la máquina expendedora te declara la guerra y te deja sin dinero y sin Coca Cola. Cuando, por mucho que trates de curarlo con el tiempo, tu corazón no deja de llorar. Cuando das tres pasos y te pasas, pero sabes que si hubieses dado uno o dos te hubieses quedado corta. Cuando juegas a perder y ganas. Divisar su espalda alejándose para no volver. Sentir el agujero de tu corazón cuando le piensas. Rabia .

martes, 7 de julio de 2015

El valor se quitó la vida


Salta a la piscina sin ropa en mitad de la noche, baila en medio de la calle más concurrida de Madrid, corre descalza sobre el asfalto mojado, salta encima de la cama,conquista los parques en busca de tréboles de cuatro hojas. Tira un beso al aire, enfráscalo y etiquétalo a tu nombre,no busques y deja que te encuentren, desayuna en la cama,retuércete de risa, compra fronteras y crúzalas todas, sueña dormida y despierta.

Camina por encima del agua, fabrícate unas alas para volardesde la cama, no dejes de cantar en la ducha, saborea las gotas de lluvia, mastica el miedo hasta convertirlo en trizas. Auto invítate a la luna, disfrázate de ti, juega con los dedos de tus pies, búscale las dos caras a la vida.Colorea la oscuridad, contempla el viento cargado de palabras olvidadas, haz que bailen tus pestañas, lee entre líneas, come sentada encima de la mesa, vive de noche y de día, apaga el móvil tres días, esquiva al destino poco certero,  gánale tiempo a los minutos, guíñale un ojo a las estrellas parpadeantes, ríete cuando te tropieces, levántate y sigue riéndote, pinta con los dedos, tiende los problemas y deja que se sequen al sol, crea tus propias normas, hazle trampas al tiempo, que tus piernas bailen debajo de la mesa del despacho, hazle burla a la niebla, cuenta las arrugas que se dibujan en tu sonrisa, encuentra razones para celebrar los días, escurre tu ropa de tristeza, ve y vuelve bailando, sé fiel a las carcajadas.




Muéstrate, inspírate, grita, observa desde nuevas perspectivas y exprímelas.

No temas a la soledad, quiérete, prométete que es la última lágrima y que te devuelvan el valor que perdiste una vez.

co[razon]es


Suena cursi, exagerado y poco creíble, pero un corazón se rompe. Un corazón  puede acabar en millones de pedazos. Y por mucho que uno se esfuerce, es imposible recuperar ese mismo corazón. Y eso es lo que tiene el amor señores, que no existe solo uno, y sin ese primero no puede haber un segundo ni un tercero. Y eso nos cambia. El amor te destroza el corazón cuando se acaba, pero también es quién hace que las piezas que le componen se vuelvan a unir de una manera diferente para usarlo de una forma diferente, quien te permite que tú mismo encajes cada parte como quieras, o que se pierda una pieza y sea ese alguien quien la busque, la encuentre, te la devuelva y te ayude a terminar de montarlo.


Sin darnos cuenta, nos cruzamos diariamente con corazones rotos, felices, rebosantes de amor, incompletos, perdidos, tristes, locos... No se comunican, no se hablan, pero se sienten y se saludan bajo miradas furtivas de milésimas de segundos. Cada uno de nosotros transportamos de por vida ese material tan frágil, inflamable y bipolar, y conseguimos que con cada etapa, sea buena o mala, siga bombeando sin cesar. Pero hacerle bombear no nos convierte en sus dueños, ellos mismos son los que finalmente nos hacen vivir, decidir, y no al revés. Ellos tienen sus propias razones, que nosotros nunca alcanzamos a comprender. Son impredecibles, no desvelan ni clarifican dudas, sencillamente se caen al suelo y se rompen sin avisar. No importa lo preparado que se esté, no importan las largas conversaciones con nuestra mente los días anteriores, ni los infinitos botiquines repletos de esparadrapo, pegamento y tiritas que tengamos preparados en caso de caída.



El corazón está hecho para ser compartido, sin normas, sin contratos indefinidos. Pero nuestra maldita mente siempre intercede con las reglas del juego. La racionalidad se basa en que dos corazones pueden unirse cuando ambos están completos por fuera pero vacíos por dentro, pero todos somos la excepción. ¡Y lo aceptamos! Aceptamos que nuestro corazón aún no está competo y aún si queremos entregarlo, aceptamos la posibilidad de que puede desplomarse en cualquier momento, pero eso es el amor, eso es vivir, y si no arriesgásemos no ganaríamos, y si no se nos rompiese el corazón, nunca sabríamos lo que es el amor.


Y el día siempre llega


Tenemos la mala costumbre de dejar las cosas pasar, de esperar al momento que consideramos idóneo para actuar o dejar de actuar. Tenemos la extraña manía de no cerrar puertas ni ventanas y esperamos a que se cierren por sí solas, no vaya a ser que nos equivoquemos y no podamos volver atrás. ¡Viva la valentía! Que un portazo duele mucho menos que ver como una puerta cada dia se cierra un poco más.

 Lo cobarde está a la orden del dia pero no podemos olvidarnos de una cosa: ese día que tanto tememos, ese día en que sabemos que todo tiene que empezar o acabar, ese día siempre llega. Nos contentamos con darnos una tregua tras otra, porque creemos que así lo merecemos, pero ¿quién merece sufrir más de la cuenta? Alargamos el tiempo hasta límites insospechados por no querer enfrentarnos a un fin, nos convencemos de que la preparación para EL día requiere mucho tiempo en stand by, pendiendo de un hilo, y el tiempo ya pondrá a cada uno en su lugar. Pero no es el tiempo, sino nosotros mismos quien decidimos donde colocarnos, con quien y cuando.


Tenemos que darnos cuenta de una cosa, y es que el tiempo solo avanza si dejamos el pasado atrás, y si caminamos con él de la mano, ese tiempo deja de ser válido. Y lo más grave de todo es que seguimos querieno que ese lugar entre el pasado y el futuro sea indefinido, creyendo que ese recorrido que en realidad es un parón, es nuestro preliminar para poder saltar, pero finalmente nunca saltamos y nos encasillamos en medio de ninguna parte. Y en ese callejón sin salida los gritos dejan de tener eco, las lágrimas dejan de secarse, las heridas y no cicatrizan y el dolor no se apaga. Porque eso de "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer" es un error tan grande como pensar que el tiempo en nuestra mano dañada lo puede curar todo.


PS. I love you......